Estremecidos quedamos tras la lectura de “La Guerra de las Trincheras” del historietista francés Jacques Tardi, quien, desde un punto de vista humanista, y sin ningún tipo de autocensura a la hora de poner toda la carne en el asador, refleja el horror de la experiencia bélica en el inicio de lo que él mismo denomina la industrialización de la muerte. En sus páginas se suceden las experiencias a pié de trinchera de soldados cuyo único deseo es el de regresar al hogar con sus seres queridos, mientras se ven abocados a una lucha inútil porque otros, los de arriba, lo han determinado así.
En estos tiempos donde políticos, mercados, tecnócratas, y propagandistas varios buscan sembrar la confusión y la confrontación en la siempre –por desgracia- vulnerable ciudadanía, merece la pena recordar que la historia aquí contada sigue siendo uno de las mayores plagas de la humanidad: LA GUERRA; no tanto por la barbarie en sí que entraña cualquier conflicto armado –catarsis y punto final de la confrontación, más que principio-, sino por la manipulación previa, el recorte sistemático de libertades esenciales, la demonización del espíritu crítico, y la propagación del letal veneno que poco a poco se va inoculando en la población en tiempos de crisis, nublando voluntades a base de ignorancia, miedo, falsos ideales, e interesadas soluciones, con la única excusa de configurar monstruos a los que combatir y aniquilar a cualquier precio, haciéndonos bajar la guardia en nuestros derechos básicos y obedecer a todo lo que se nos dice, si lo que queremos es mantener el mismo estilo de vida.
Quizá la novedad, casi un siglo después de la Gran Guerra, es que ahora los conflictos armados en los países del primer mundo son virtuales, profilácticos, sin derramamiento de sangre –por ahora-, puesto que las costumbres de antaño serían mucho más incómodas y costosas, y ya nadie invierte a no ser que haya un retorno de inversión claro en recursos naturales… Eso sí, las víctimas, aquellos que sufrirán las consecuencias de las luchas de poder de unos pocos en un escenario cada vez más interconectado, interdependiente y digital, seguimos siendo los mismos.
Os dejamos una serie de fragmentos extraídos del cómic que invitan a la reflexión, y un vídeo muy currado de DistritoJazz.com sobre otra obra del mismo autor, que trata el mismo tema: “Puta guerra”.
“A uno y otro bando, alemanes y franceses no tienen un motivo real por el que matarse entre ellos, al igual que en un principio compartían un mismo afán por la guerra. Hoy, les gustaría volver a sus casas y se lamentan de haber obedecido a sus jefes… pero sus respectivos jefes no quieren continuar solos esta matanza… eso simplificaría las cosas, pues todo sería menos costoso, salvaría miles de vidas –puesto que hay menos jefes que esclavos-, pero así no cambiaría nada, pues el hombre no es más que un carnero cuyo matadero es el lugar adonde le han dicho que vaya a descansar…”
“Binet también detestaba a los habitantes de su inmueble… Pensaba que las ciudades estaban hechas por inmuebles parecidos, que FRANCIA estaba hecha de ciudades. ¡Además, también se había de contar con la población del campo, que tenía mucho que decir! Eso era la Patria. Por ELLA, obligaban a Binet a combatir… ¡Por aquellas gentes! Podría haberse encontrado en las trincheras de enfrente, de haber nacido un poco más hacia el este… una cuestión de azar propia de esta nación… Lo cierto es que no podía haber ningún motivo para morir por ninguna patria… eso es lo que pensaba Binet”.
“El anuncio hablaba de la mayor plaga creada por el hombre: LA GUERRA. En vez de afligirse, las masas (compuestas de gente que de ordinario se odia) comulgaban en la alegría y el odio. El odio al Alemán, el odio al boche al que íbamos a hacer picadillo… ¡LA GUERRA! En una semana, veinte millones de personas lo dejaron todo para dedicarse a matar a otros hombres. A unos se les dijo: Es la revancha: ¡A Berlín! A los otros les dijeron: NACH PARIS! Y todos, desde el funcionario al obrero, marcharon convencidos de que iban a cubrirse de gloria y a tomarse unas vacaciones. En una semana, todos partieron al frente: los alemanes, los austríacos, los belgas, los rusos, los italianos, los turcos y los franceses… ‘Los hombres son corderos. Eso posibilita los ejércitos y las guerras. Mueren víctimas de su estúpida docilidad’ (Gabriel Chevalier. La Peur). “
“Muertos… muertos… ancianos y todavía calientes. ¡Toda una curiosidad! ¡LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL en todo su esplendor! ¡35 países contendientes directa o indirectamente! ¿Has visto las cifras?... ¿Un recuento histórico para el mañana? ¡10 millones de muertos! ¿Cuántos años de esperanza de vida quedaron atrapados en el fango? ¿Cuántos huérfanos? ¿Y mutilados? ¿Y viudas? Sólo en Francia fueron 930 hectáreas de cementerio. Buena tierra para la remolacha, pero sólo con cruces plantadas. Si todos los muertos franceses desfilaran a fila de a cuatro el 14 de julio, haría falta al menos 6 días y cinco noches antes de que el último llegara a pasar… ¡11 distritos, 2.907 municipios, 485.600 hectáreas forestales, 1.923.000 hectáreas de tierra fértil devastada! ¡794.040 casas e inmuebles, 9.332 fábricas, 58.967 km de carretera y 8.333 obras de arte destruidas, es decir: 71.000.000 m3 de escombros!... Sería necesarios 330.000.000 m3 para cubrir los 780km de trincheras del frente… ¿Y el coste de cañones, obuses y demás porquerías? ¡Dos billones y medio de francos en oro!... Por ese precio, cada habitante de Europa –sin contar a los rusos- habría podido percibir una pequeña casa de cuatro habitaciones… ¡Pero a quién le importan las cifras!”
Vídeo sobre la obra “Puta guerra” realizado por DistritoJazz.com …
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