Enanos en estado de shock

Si el 2012 no fuese el año en el que inútiles y avaros colapsaron el universo a base de Aes y primas y recortes sociales, dicho año sería recordado por sus enanos (y no por los mayas, a no ser que estos fuesen enanos, en cuyo caso estaríamos hablando de enanos maya, y claro, algo así es difícil de olvidar). Dos Blancanieves (una más blanca que la otra) en el cine, y un enano ególatra (al que Gervais humilla con mala leche, blanca también) en televisión suman una cantidad memorable de enanos. Aunque ojo, no hay que dejarse engañar, pues no es enano todo lo que brinca a menos de metro y medio del suelo.



Empecemos con "Mirror Mirror". Aquí los enanos son voluntariosos, acróbatas y muy salaos; devotos de la niña bonita de labios sabrosos y colorados. Lo que tú quieras hasta uno de esos momentos de sala palomitera en los que te debates entre el sentimiento de vergüenza ajena, y el éxtasis de la sublimación kitsch de todo cuento de hadas con plano final de castillo con forma de retrete (gracias @rockleon por este último detalle comentado en feisbuk ;). Aquí el bueno de Tarsem (el director, el de LA CELDA, que no la cerda, aunque salga Jennifer López poniendo pucheros y luciendo culamen) deja estupefactos no sólo a los enanos, sino a todo un público que no sabe si huir precipitadamente al baño y vomitar la primera papilla, o reclamar que le devuelvan el precio de la entrada durante los próximos diez años. Cosas ambas que ninguno llevamos a cabo finalmente, pues de alguna forma estúpida quedamos hipnotizados entre el sugerente contoneo de la hija de Phil Collins, y uno de esos estribillos pegajosos hasta decir mierda no más.


Sigamos ahora con "Blancanieves y la leyenda del cazador". Aquí los enanos son digitales, como todo lo demás, actores de caché de estatura media alta que son descaradamente enanizados en un momento de tasas de paro altísimas, en el que no deben abundar mucho los papeles para enanos en el cine. Con una Charlize Theron excesiva y teatral (siendo lo mejor de una película que aburre y adormece a partes iguales), la historia no da mucho margen a unos enanos digitales, achacosos, y escatológicos que se limitan a encumbrar a una Kristen Stewart de rostro lánguido, bastorro, de profunda expresión a lo hoy tengo un mal día con el periodo. Eso sí, la canción final parece como más profesional (a priori), aunque sea menos pegadiza que la anterior, y nos produzca, más que vergüenza, lastima de tanto dinero malgastado en entradas de precios estratosféricos en cines de periferia, mezclada con cierta nostalgia de nuestra buena amiga y fiel compañera la mula (la que empieza por e, claro está).





Para tiempos mejores dejamos al enano de Gervais (sí, porque LA VIDA ES MUY CORTA), al cual compararemos con ese otro enano catódico al que no conocemos aún, el de JUEGO DE TRONOS.




Pero volviendo a las redundantes y prescindibles Blanca y Nieves, tras una lucha de cuentos imposibles en el que el esteticista de Tarsem vence inesperadamente en entretenimiento, mientras que el publicista de Sanders distrae en lo visual y aburre en todo lo demás, nos despedimos con los enanos originales de todo este meollo, aquellos que cumplían con su dura jornada de trabajo con un entusiasmo envidiable para los tiempos que corren.


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